lunes, 4 de octubre de 2010

Cementerio de Metáforas


CEMENTERIO DE METÁFORAS



Pronto las bibliotecas de las facultades me recordaran a grandes peceras, cuando fabrico atardeceres en Anaya. Bocadillos de imaginación que flotan al bostezar los estudiantes, como vaho que no dice nada: el folio permanece en blanco.

... nadie sabe qué sucede cuando una metáfora muere.

Las metáforas se fosilizan en tu lengua, el rastro de las historias que no cuentas y allí perecen y se vuelven saliva densa. Pronto las comidas te resultará demasiado ácidas, pronto las sentirás como si hubieras paladeado monedas incandescentes antes.
Quizá padezcas cáncer de palabras, es la sentencia que una voz desconocida proclama desde el interior de un escusado en los aseos de la estación de autobuses. Nunca verás al dueño de ese diagnóstico tan poco alentador, pero a ti la lengua empieza a dolerte mientras arrastras tu maleta hacia casa...
Como si se hinchara, como si fuera a reventar...

... durante lo quejidos finales del somier de mi cama, al cerrar la puerta de mi cuarto, la luz roja de la lampara china electriza las sábanas, sus extremos lamen el suelo de parqué...

A veces la negligencia del tiempo suena como el claqué ralentizado de un veterano crooner en Las Vegas, como una sesión de drum&bass en el desierto de lo reconocible.

... y aun pienso en tu pijama verde tirado en el suelo, como si te hubieras evaporado después de un incidente atómico. Pruebo a iluminarte y nos mortifica la desesperación del mechero que no funciona. Luego, quizá, un grito que gravita en el patio de mi casa, en la calle Santa Clara. Aún puedo orientarme durante los graves extravíos, cuando vuelvo de tu residencia y subo por los callejones oscuros.

Allí, los renglones torcidos son la silueta difusa de una melena que la sombra acaricia. Un amigo me confesó que esa escena era digna de describir...

¿No posee un sentido incalculable y cautivador aquello que no puede ofrecer ningún sentido?
Porque tú, contra tu voluntad o por simple capricho, sigues presa del espejo del baño rosa. ¿No te conté que a veces he entrevisto tu reflejo atrapado cuando cruzaba el pasillo? Allí te mantienes detenida, arreglándote el flequillo antes de verte encandilada por la tarde.

Sólo entonces advertí que uno no ama un lugar hasta que ese lugar no se halla impregnado de recuerdos.

Y entre mis apuntes encuentro enigmáticos mensajes. Oráculos recitados desde el anonimato del que niega su mano...

... y dicen
que siempre es más fácil recordar la fragancia de las mañanas de la infancia,
dicen
que hay tornados sobre las cabezas de los que con exceso recuerdan,
dicen
que el viento que has traído en tu mochila es un secreto que sÓlo descifrarán los que han practicado las declinaciones de la dulce espera...




Roberto Gueroa, Salamanca, 4 de octubre de 2010.

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