Me automedico
con recetas de la
abuela y las
ganas de sentir
vuelven a hacer
que se pongan en marcha
las inmensas avalanchas.
Leo las señales que envía
el cielo e interpreto
a mi gusto
sus particulares señuelos.
Bajo a veces a ver que tal
está el mundo de las
apariencias;
sólo para estar presente
de la continua jodienda.
Rompo entonces las reglas de la conciencia
establecida y me acomodo en algo más profundo
que lo que puede entregarme lo que existe fuera.
La historia es
agua que corre,
el presente
simplemente no
existe.
En cuanto al futuro
mejor
no hablar de futuro.
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