Me imagino una
y otra vez
la vida
a mi gusto.
Las piedras dejadas
atrás en el camino
hacen
que la realidad pierda
lo divino.
Allí; donde imaginé
una tarde perfecta
con un cielo nuboso
casi palpable, es donde
me creo que el burdo
engaño rara vez
pueda ser real.
Hay un camino por recorrer
largo e invisible
dando muchas vueltas
que al final regresa
a su origen: la
nada.
La noche cae
y con ella mece
sentimientos disparados al aire
imaginados
en cabezas solitarias
o que precisan
de especial atención.
Pensar ya ni siquiera
es bastante
puesto que el grito
se impuso a la
razón.
Donde antes había
algo por lo que luchar
sólo quedan
cenizas de la noche
anterior a la despedida.
El sol se apaga
y la luna
nos declara
culpables a los dos.
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