jueves, 15 de abril de 2010

Rápido amanecer (9:50 AM)

De nuevo vuelvo a observar otro difuso amanecer desde el balcón que se abrió una fría noche con el viento del aire susurrando sus planes en un lenguaje indescifrable, oculto para un oído tan poco avispado como es el humano. Destrozando frecuencias, derritiendo límites: congelando ese instante en un punto indeterminado de la memoria, cualquiera, no importa.

Desde arriba se puede ver el ambiente hostil, enfundado en una búsqueda incesable del deseo de la eternidad, de permanecer inmutable ante la gran ola que se desatará horas mas tarde. La gran ola, esa que estalla con fuerza contra muros y barreras dejando a su paso una húmeda marca de su presencia.

Los funambulistas de este circo cutre, que huele como huelen las lonas viejas que no se cambian porque siguen cumpliendo su función perfectamente. Una triste función en medio de la arrasadora incoherencia. Un espectáculo extremo y ofensivo, plagado de símbolos, verdades, no-verdades.

En medio de la ceremonia fúnebre se oirá un clamor de ira y venganza, por todas aquellas cenizas que un día volaron buscando ser inspiradoras para alguien. Llenas de una especie de vida muerta atragantada como se atraganta un pedazo mal masticado de carne fibrosa en la garganta.

Vuelven los pájaros a entonar la dulce melodía que anuncia la llegada de una nueva mañana, y yo, desespero ante una pantalla, inmaculada: blanca como la inocencia. Yo canto mi melodía, de nuevo en un solitario amanecer tan lejos de mi cama.

Creo que el sol empezó a colarse por la ventana hace un par de horas, pero ahora que lo miro realmente soy verdaderamente consciente de que su apogeo está todavía por llegar.

Esperamos ese calor.

Sumimos en sueños para despertar con su sabor en la boca.

Con su olor en la punta de las pestañas.

Cerrados los ojos, queda abierta la gran puerta.

Callejones con salida cerrados por vacaciones.

El sonido del teléfono de un motel de carretera.

La fluidez con que se amolda el chorro de agua.

La solidez del viento que corta la cara descubierta.

Rápido amanece como fugaz es la mirada extasiada.

Y se queda para siempre abierta
aquella antigua herida que
suspiró ser cerrada con
alguna de estas
sórdidas
canciones de madrugada.


Jack Red. Salamanca, (cualquier posible amanecer)

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