Perdidas
tantas horas
como trenes
que nunca llegaron
a la estación
correspondiente.
Se quedaron congelados
con el frío del
invierno.
Ni el calor derritió
los engranajes
congelados que hacían
funcionar las
grandes locomotoras.
Angostas las vías
y los trechos
por recorrer todavía
más.
Ellos se quedaron
sin su habitual
respuesta
y deambularon como
zombis
entre la muchedumbre
sedienta.
Muertos de sed
injustificable
e insaciable.
Jack Red. Salamanca, 5-2-2010
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