Llovía aquella noche tanto que hasta el alma se me calaba
ríos de agua que correteaban calle abajo hacia la
alcantarilla más cercana
cáscaras de pipas haciendo competiciones contra colillas
empapadas
en los bares la gente se resguardaba de la tormenta bebiendo
zumo de cebada
calando el licor tan hondo que la mente patina y resbala.
Eran esas noches en las que todavía mendigabas
hasta altas horas de la madrugada
buscando sin cesar un pedazo del éxtasis tumbada en alguna
cama
con un extraño transeúnte que hace horas debería haber
bebido su última jarra.
Es cuando te entregas a ellos como en una tradición sagrada
atravesando con tu invisible daga
apuñalando suavemente el inconsciente sin parecer nada
pero que sutilmente se clava.
Una vez tuve la suerte o la desgracia
de conocer el por qué todos la llamaban
pero ella jamás contestaba
como cuando dijo "prefiero en tu casa".
Todos se alegran de no conocer tu morada
y de olvidarte al día siguiente como si fueses agua pasada
pero a mí me pesa en corazón y en el alma
y hasta en mis poesías acabas siempre reflejada.
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