Era fiesta nacional ese día y la gente estaba loca perdida
pero para mí no era nada más que una excusa para
emborracharme
así que brindé durante toda la noche por mi fracaso
particular.
Bebiendo, como se suele decir, para que el alcohol me limpie
por dentro las heridas
para amortiguar el instinto de suicida que podría haber
adquirido en cualquier momento
para olvidar todas las teorías absurdas que construí en base
al amor.
Lo peor de todo es que no soy experto
ni en beber
ni en las cosas del corazón
ni en otras tantas que ya quisiese.
El tiempo me ha enseñado que cuando no hay nada que decir
es cuando más debemos valorar nuestras palabras
la verdad siempre suele ser transparente y clara.
La multitud se agolpa para ver una pantalla vacía
para escuchar gilipolleces
y con esto no quiere decir que yo sepa dónde está la verdad.
En sueños la vi después, o quizás fuese una visión
no recuerdo si estaba dormido o demasiado borracho
e inexplicablemente esta mañana podía recordar su olor
pero jamás recordaré su cara.
Es por eso que ahora me emborracho de nuevo
para ver si coincido con su espectro
o es que me estoy volviendo loco
de pensar tanto en
los platos rotos.
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