domingo, 21 de abril de 2013

39.

Wall





1. Nota introductoria:

 Cualquier conexión con la realidad es pura coincidencia. Solo tiene una posible interpretación. Lo demás son conjeturas. Este texto nunca debió salir de mi cabeza, pero se ha vuelto necesario. Está empezando a corroer mis entrañas.
           
            Ahora que lo pienso, esto nunca debería ser texto. Debería ser un gesto. Un beso. Una caricia. O una conversación de horas después de calmarnos las ansias. Pero reconozco que hay algo dentro de mí que me impide hacerlo. Si crees que necesitas saber más, sigue leyendo. Es hora de volver atrás.


2. Breve descripción sensitiva:

            Ahora solo inspira.

Acababa la primavera. El verano empezaba a hacer sudar a la gente y en la calle casi podía olerse el olor a piscina recién pintada. Clava en tu mente ese olor. Acompáñalo con esa canción que te deja inútil para todo el día. Esas canciones que te deprimen o alegran inevitablemente. Ahí es cuando entras tú. Cuando yo solo jugaba a hacer aros de humo en cualquier banco de cualquier parque. Cuando solo eras una canción que me gustaba cantarte. Después pasó el tiempo y cada uno fuimos por nuestro lado.


3. La herida que deja cicatriz:

            Al principio era sencillo. Todo lo que se va acaba por volver, es cosa de la vida, supongo. Volvía a andar de aquí para allá. Ahora mismo no recuerdo exactamente como fue el volverme a encontrar contigo. Lo que si recuerdo es que de repente pensar en ti era acabar perdiendo los nervios. Tanto que a veces te ignoraba en la calle. Fuiste lo único que nunca conté a mi psicólogo.

            Y todos los días la misma promesa: no pensar más en lo imposible. Esa promesa que rompía fácilmente en momentos de debilidad. Después venían los desvaríos de mi mente. La interconexión de sucesos totalmente casuales. Pero el querer ver ordenaba a su manera.

            Así pasaron unos meses, en un completo círculo vicioso del que no conseguía avanzar. Tu presencia era excusa suficiente como para que esa noche soñara algo que mereciese la pena recordar.

Mientras tanto mis memorias iban quedando codificadas en poesías crípticas y sin sentido en las que tu eres el hilo conductor. Lo peor de todo es cuando jugaba a escribir tu nombre en vertical y me dijeras que te gustaba. Siempre me preguntaré si te diste cuenta de eso.

4. El hábito que se vuelve costumbre:

            Suelta el aire.

            Han pasado dos años. Todavía hay veces que me gusta utilizarte como musa sin que lo sepas. Antes era un juego pero ahora se me ha ido de las manos. Pues nunca dominamos cuando decidimos llamar a algo amor. Pero lo cierto es que aunque cierres la puerta a veces cala.

            Mi cerebro estalla cuando escribo por la noche lo primero que se me viene a la cabeza al pensar en ti y a la mañana siguiente soy consciente de que lo has leído. Es cuando mi subconsciente empieza a montarse la película y ya puedo dar por desperdiciado el día.


5. Coda instrumental:

            Hoy es la enésima vez que me he jurado pasar de ti. Por eso es que estoy escribiendo esto totalmente sobrio y sin la luz de la luna que me ayude. Hoy será un domingo más que tirar a la basura. En vez de cansarte, prefiero cansar al vacío por eso escribo esta carta sin destino.

            En la sombra quedo. Espero que si alguna vez lees esto y te queda alguna duda, si estás interesada en resolverlo, sabes donde encontrarme. No dudes en hacerlo. Simplemente hazlo.



                                                                                               Atentamente, Jack Red.

2 comentarios:

  1. Malditos poetas trotamundos y sus musas que nunca los abandonan, aún que ellas pasen de ellos, nunca nos cansaremos de escribir cartas y poemas que quemara el tiempo... llamar desde una cabina a cobro revertido sólo para escuchar una voz, dormir a la intemperie y vivir aventuras sólo para ver una vez más unos ojos que nos llenan de vida... Desmond J. Thompson

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  2. Las musas, amigo Thompson, las musas. Y ellas mudas o sordas ignorándonos.

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