Tres
eran las cosas que al suelo
le ataban.
Una:
El olor del verano o el color
de la primavera.
El hastío del invierno
o la melancolía del otoño.
Dos:
El placer de desglosar por partes
un conjunto armónico de frecuencias
para asociarlas a una imagen
o para hablar cuando no hay palabras.
Tres:
Esa lista de cosas por terminar
colgada en la pared
como un cartel de se busca
donde una de las cosas
es encontrar una buena musa.
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