1. Nota introductoria:
Cualquier conexión con la realidad es pura
coincidencia. Solo tiene una posible interpretación. Lo demás son conjeturas.
Este texto nunca debió salir de mi cabeza, pero se ha vuelto necesario. Está
empezando a corroer mis entrañas.
Ahora que lo
pienso, esto nunca debería ser texto. Debería ser un gesto. Un beso. Una
caricia. O una conversación de horas después de calmarnos las ansias. Pero
reconozco que hay algo dentro de mí que me impide hacerlo. Si crees que
necesitas saber más, sigue leyendo. Es hora de volver atrás.
2. Breve descripción
sensitiva:
Ahora solo
inspira.
Acababa la primavera. El verano empezaba
a hacer sudar a la gente y en la calle casi podía olerse el olor a piscina
recién pintada. Clava en tu mente ese olor. Acompáñalo con esa canción que te
deja inútil para todo el día. Esas canciones que te deprimen o alegran
inevitablemente. Ahí es cuando entras tú. Cuando yo solo jugaba a hacer aros de
humo en cualquier banco de cualquier parque. Cuando solo eras una canción que
me gustaba cantarte. Después pasó el tiempo y cada uno fuimos por nuestro lado.
3. La herida que deja
cicatriz:
Al principio era
sencillo. Todo lo que se va acaba por volver, es cosa de la vida, supongo.
Volvía a andar de aquí para allá. Ahora mismo no recuerdo exactamente como fue
el volverme a encontrar contigo. Lo que si recuerdo es que de repente pensar en
ti era acabar perdiendo los nervios. Tanto que a veces te ignoraba en la calle.
Fuiste lo único que nunca conté a mi psicólogo.
Y todos los días
la misma promesa: no pensar más en lo imposible. Esa promesa que rompía
fácilmente en momentos de debilidad. Después venían los desvaríos de mi mente.
La interconexión de sucesos totalmente casuales. Pero el querer ver ordenaba a
su manera.
Así pasaron unos
meses, en un completo círculo vicioso del que no conseguía avanzar. Tu
presencia era excusa suficiente como para que esa noche soñara algo que
mereciese la pena recordar.
Mientras tanto mis memorias iban
quedando codificadas en poesías crípticas y sin sentido en las que tu eres el
hilo conductor. Lo peor de todo es cuando jugaba a escribir tu nombre en
vertical y me dijeras que te gustaba. Siempre me preguntaré si te diste cuenta
de eso.
4. El hábito que se
vuelve costumbre:
Suelta el aire.
Han pasado dos
años. Todavía hay veces que me gusta utilizarte como musa sin que lo sepas.
Antes era un juego pero ahora se me ha ido de las manos. Pues nunca dominamos
cuando decidimos llamar a algo amor. Pero lo cierto es que aunque cierres la
puerta a veces cala.
Mi cerebro
estalla cuando escribo por la noche lo primero que se me viene a la cabeza al
pensar en ti y a la mañana siguiente soy consciente de que lo has leído. Es
cuando mi subconsciente empieza a montarse la película y ya puedo dar por
desperdiciado el día.
5. Coda instrumental:
Hoy es la enésima
vez que me he jurado pasar de ti. Por eso es que estoy escribiendo esto
totalmente sobrio y sin la luz de la luna que me ayude. Hoy será un domingo más
que tirar a la basura. En vez de cansarte, prefiero cansar al vacío por eso
escribo esta carta sin destino.
En la sombra
quedo. Espero que si alguna vez lees esto y te queda alguna duda, si estás
interesada en resolverlo, sabes donde encontrarme. No dudes en hacerlo.
Simplemente hazlo.
Atentamente, Jack
Red.