jueves, 17 de junio de 2010

Conversación de bar antes del cierre

En el ambiente reinaba el absoluto caos: el hilo musical apestaba y la bebida –un garrafón de mierda-, empezaba a hacer su correspondiente trabajo en todos los asistentes. En cualquier noche se inician y se acaban conversaciones de la misma manera que se enciende un cigarrillo y como la última calada: te deja con ganas de más. Al fin y al cabo es lo que tienen los vicios: nunca es suficiente. Llevamos eso dentro de nosotros: eternizar un instante, elevarlo al máximo, durante unos delicados e insípidos segundos. Pero dentro de esa posibilidad infinita de contactos, siempre hay algún acierto. Un leve contacto, más o menos duradero, entre dos nuevos mundos. Distantes el uno del otro, desconocidos tanto para uno como para otro. Infinitos, al principio. Pero este infinito puede no ser tan eterno y estancarse en el absurdo círculo de la contradicción. Surge el caos, del que antes hablábamos. Y en el medio de la nada, se inicia una conversación. Un chico joven lleva toda la noche estancado en una esquina rodeado de su grupo de amigos, pero en una esfera distinta. No bebe, pero un aura de humo delata este extraño comportamiento abstemio –en una sociedad obligada a consumir alcohol cualquier jueves, viernes, sábado. Hay otra chica, al fondo de la barra, muy cerca de un foco de luz que tiene atrapado al joven. En un momento, sus ojos se topan con los de ella. De la nada surge una especie de conexión. Las drogas hacen su correspondiente efecto también, el tiempo parece detenerse; aminorado por el ritmo de la nueva canción – un éxito musical entre tanta basura. Ella es la que se acerca.

- Hola. Llevas un rato mirando hacia mi dirección y no dejo de preguntarme si nos conocemos de algo. Me resultaba curioso que mirases tanto. Soy Y, y tú ¿cómo te llamas?.- La chica rompió el hielo dejando estupefacto al chico. Pero la paciencia hace grandes construcciones.

- Podría decirte mi nombre, seguir con mis estudios y mi edad y comentarte mi procedencia. Si podría ser una conversación interesante. Pasaríamos a que se te ve muy sola y por la pinta de tus amigas y del plan que lleváis buscáis chicos. Seguiríamos hablando sobre si algo en concreto no sé, por ejemplo: no te miraba a ti, sino que la luz que hay justo encima tuya era la que me llamaba la atención. Pero no es eso lo que importa ahora. Al fin y al cabo, posiblemente descubras que no tengo novia e igualmente tu no podrías tener novio y llegarías hasta a besarme. Quizás acabásemos esta noche en tu casa, o en la mía y follaríamos. Al día siguiente nos miraremos como extraños y nos empezaremos a contar nuestra vida, o incluso antes, en los minutos que quedan sueltos después. Quizás seamos personas parecidas, o distintas. Quizás nos gustemos el uno al otro e incluso quedemos otra vez para repetir. Y bueno, quién sabe... igual hasta nunca nos cansamos el uno del otro y resulta que estamos hechos el uno para el otro. Y pasa el tiempo, al final descubrimos que no, que no todo es para siempre. Duraría X tiempo, ni más ni menos.- La chica, que escuchaba muy atentamente al chico, se inclinó hacia delante para besar al chico. Pero este la detuvo poniéndole su dedo índice en los labios.

- Besándome estarías haciendo algo que no quieres hacer.

- ¿Qué dices tú que estoy haciendo que no quiera hacer?

- Entregarme tu amor y dudo que lo sientas.

- Por besarte no te estoy entregando mi amor.

- Eso es lo que tu crees, pero lo estás haciendo.

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